La antiquísima capital de Siria, envuelta desde tiempo en una guerra civil, ya era mencionada en el Génesis y elegida como capital de los omegas después de que se hubiesen trasladado desde Medina. Tras numerosas conquistas, el inventario de calamidades y destrucción solo es comparable a su belleza y legado cultural. A Damasco la visitaron y tuvieron tiempo para amarla, además de Loti, Flaubert, Lamartine, Gauguin, Agatha Chiristie, Freda Stark y otros muchos viajeros ilustres.
Las mil y una noches trajo entonces la seducción oriental al continente europeo.
Cuenta la leyenda que en un viaje desde la Meca, el profeta Mahoma posó su mirada en la montaña de Damasco pero se negó a entrar en la ciudad porque quería atravesar la puerta del paraíso solo una vez antes de morir.
La de Mahoma no es sino una de las miles de historias damascenas; también existen mil y una noches, además de un largo inventario de calamidades y de destrucción, no sólo la que a Damasco le ha tocado esta vez por la guerra civil. Fue conquistada por Alejandro Magno, los persas, los fatimíes, los mongoles y los turcos, siendo arrasada varias veces.
Las guerras santas, Saladino, la invasión otomana, las ocupaciones en los grandes conflictos bélicos del siglo XX, la alianza militar turco-germana, el celo militar frente a Israel son episodios que han dejado cicatrices.
En el Damasco que conocí, el Barada ya no fluía como en los tiempos del Profeta pero se respiraba una nueva primavera de la vida. A la izquierda florecía una ciudad moderna y sostificada donde prosperaban los negocios montados a la sombra del régimen; la foto de Hafez el Asad, el padre del actual carnicero del pueblo, presedía desde el establecimiento más lujoso hasta al último y mugriento agujero.
Recuerdo el olor del pan recién horneado, la shawarma en los puestos callejeros, el perfume de las especias.,Y la calle Recta. Madhat Basha es la vía que une el este y oeste de Damasco, desde Bad al-labiye a Bad Sharqi, y discurre paralela al Zoco al-Hamidiyah.
En la calle abundan las tiendas ropas, de artesanías, de dulces rellenos de pistacho y de polvos mágicos aromáticos. Los callejones que desembocan en ella reciben la sombra de las mansiones antiguas.
Al final, en Bah Sharki se encuentra la puerta romana del sol, que al igual que en otras monumentales reune un gran arco central para los vehículos tirados por caballos y dos más pequeños a cada lado para dejar paso a los peatones.
¡Ay el Damasco que yo conocí!
Tus mil y una noches Damasco.