
Era la hora de cenar, así que como de costumbre Warda se dirigió al comedor para junto a todos los presentes charlar del transcurrir del día.
Mientras pasaban un agradable velada, ella por más que quisiera no podía dejar de pensar en aquel atrevido y joven muchacho, una idea le rondaba la cabeza volver al encuentro del que ya para entonces había robado su corazón.
Para ello tendría que esperar hasta que todos durmieran, no había otra manera posible, pues de sobra sabía que bajo ningún concepto la dejarían ir.
Decidió retirarse a su habitación una vez terminada la cena, allí esperaría el momento., A su vez un miedo atroz se había apoderado de ella, si pasaba algo nadie acudiría en su auxilio.
Sus ojos se dirigieron al cielo y con una mirada esperanzadora le pidió al universo una señal si al encuentro de su amado debía acudir.
El universo le brindo una gran brillante estrella fugaz, ella dudo.
Volvió a pedir el mismo deseo y, otra estrella fugaz ilumino su cara, no lo dudó ni un ínstate más, estaba claro que algo bueno le deparaba el destino.
Era bien entrada la noche, Sism deambulaba por las calles de la ciudad con la esperanza de volver a ver aquella joven de cabellos negros y ojos verdes, había esperado durante horas y la ilusión empezaba a desvanecerse, de pronto, una vez más su corazón empezó a latir con tanta fuerza que sus manos abrazaban su pecho para aliviar aquel dolor.
Sintió que una briza acariciaba su espalda y, allí, en medio de aquella calle la luz de la luna iluminaba el torso de su amada.
La emoción impedía que ambos entonaran alguna que otra palabra, sus manos se abrazaron entre sí, entonces él pudo leer en el rostro de Warda el miedo que de ella se apoderaba.,
-Tranquila, le dijo…No te hare daño, puedes confiar en mi!
Warda asintió con la cabeza.
-Iremos a un lugar seguro!!., Él sabía que si los descubrían nada bueno les depararía.
Bajo un cielo estrellado y una luna llena, charlaban y charlaban entusiasmados, Sism había hecho de su chaqueta una alfombra para que Warda no ensuciara su blanco y largo vestido.
Le confeso que su casa era la calle, que su cama la noche y su manta las estrellas, procedía de Egipto y se ganaba la vida como podía.
Deseaba una vida familiar, el calor de un hogar y una persona a su lado capaz de entender su interior., su alma era blanca, su rebeldía la teñía.
Aquella noche entre aquellos jóvenes solo hubo complicidad y respeto., No hubo besos, ni caricias y no porque ambos no lo sintieran en silencio.
Sism fue el que tomo la iniciativa para regresar, no quería crearle problemas a Warda, la acompaño hasta la puerta de su casa no sin antes asegurarse de que todo estaba bien.
Un abrazo fue el encargado de poner el broche final, las lágrimas se habían apoderado de los dos y no daban paso a las palabras.
No habían acordado una próxima vez, pero ambos sentían que sus corazones permanecerían unidos.
Desde luego Cupido había hecho un buen trabajo.
Warda partía al día siguiente A las Arenas Rojas sin fecha de regreso, algo que Sism ya sabía.
Mientras entraba en su casa, él se resguardo bajo el viejo olivo de la entrada, quería tener la certeza de que su amada estaba segura.
Espero y espero durante 2 horas, su alma se había perdido en el mismo momento que Warda cruzo el umbral del portón de entrada.
2 comentarios:
¡Qué bonita historia! Sigue, sigue, que estoy ansioso por seguir leyendo...
Lo mejor está por llegar, ¿no es así primita?
¡¡Besitos!!
Gonzalo dice.. me encanta prima, y entre nosotros lo de pequeño guardian le viene de perilla ahhh y el caballo no seria mas bien un bemeta negro? me muero por conocer el desenlace..
te quiero primita
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